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A 40 años del debut de Carlos Bilardo como técnico de la Selección: del futbolista al que volvió loco al susto al final del partido

“Todos mis jugadores deben estar concentrados, porque cuando se juega en equipo, la menor distracción, puede costar un gol. Los partidos duran noventa minutos y a cada pelota se la tiene que disputar como si fuera la última. No pude haber intermitencias. La lamparita tiene que estar siempre encendida, desde el principio y hasta el final. Esto es parte del fútbol actual, al igual que el fundamento ineludible: en el equipo ninguno tiene un puesto fijo. En las prácticas llegaron a jugar Garré de líbero, Brown de nueve y Alonso de lateral. Esto no quiere decir que Brown tiene que actuar como un centrodelantero, porque es imposible, pero sí que debe conocer la función, porque en cualquier instante del partido las circunstancias pueden llevarlo a ocupar momentáneamente esa ubicación y si sabe cómo se mueve un nueve, seguramente lo hará mucho mejor”.

Faltaban pocas horas para el 12 de mayo de 1983. Ese día quedó marcado en la historia del fútbol argentino porque marcó el debut oficial de Carlos Salvador Bilardo como entrenador de la selección nacional. Y esas eran sus palabras en la víspera de enfrentar a Chile, poniendo de manifiesto con claridad algunos de sus postulados, que mantuvo por siempre, en los tormentosos tiempos previos a México ‘86 y en la gloria eterna que vivió en el estadio Azteca.

Casi dos meses antes, el 18 de marzo, había dado a conocer la lista inicial con 18 apellidos,que unos días más tarde comenzaron con los intensos entrenamientos a sus órdenes, en el predio del Sindicato de Empleados de Comercio en Ezeiza. Eran prácticas atípicas para la época, con una larga duración cada una de ellas, con muchas puntualizaciones en la pelota detenida y con extensas sesiones de videos, para ver movimientos de equipos y jugadores que el Narigón pretendía que fueran espejo de sus futbolistas.

Gabriel Calderón era una de las figuras del fútbol argentino. Había deslumbrado en la selección juvenil que salió campeona en Japón ‘79, manteniendo su nivel en el torneo local, hecho que lo llevó a ser llamado por César Menotti a la Mayor y participar de España ‘82. Así evoca los tiempos fundacionales de la era del Narigón: “Desde el comienzo, Bilardo tuvo siempre la misma imagen, con una gran humildad, ganas de trabajar y teniendo muy en claro lo que pretendía de sus jugadores. Lo más importante de él es que nunca cambió. Fuimos a Santiago a enfrentar a Chile, empatamos 2-2 y recuerdo un muy buen gol de Ricardo Gareca. Fue un momento importante en la renovación del plantel, porque no quedaban muchos del ciclo anterior y eso aumentaba aún el orgullo que sentí esa noche de volver a ponerme la camiseta nacional. El mío fue un caso particular, porque yo disputé los tres primeros partidos del ciclo de Carlos, pero luego fui transferido a España, y recién regresé a la Selección cinco años más tarde, en octubre del ‘88″.

El torneo de Primera División de 1982 había concluido en febrero del ‘83, con la consagración de Estudiantes en la última fecha, tras una larga lucha con Independiente, que derivó en un duelo potente, por el contraste de estilos. Muchos de esos protagonistas comenzaron a compartir la Selección poco tiempo después. Uno de ellos fue Gabriel Calderón, que así lo recuerda: “Había una pica deportiva muy grande, una rivalidad máxima, pero una vez que llegamos a la Selección todo quedó de lado, porque estábamos juntos, defendiendo a muerte lo máximo que es esa camiseta. Lo bueno fue que ese espíritu competitivo, luego lo volcamos allí, al ser convocados por Bilardo, que fue muy importante para unirnos. Lo que quiero resaltar es el respeto que había por el rival, de ellos a nosotros y viceversa, más allá de cualquier aspecto futbolero. Y así se fue cimentado ese grupo hasta el Mundial ‘90. La selección argentina incita siempre a la unión”.

El equipo del debutEl equipo del debut

El partido fue transmitido en directo para Argentina por Canal 9 con los relatos de Marcelo Araujo y los comentarios de Julio Ricardo. Precisamente fue este último quien bajó al campo de juego y entrevistó a Bilardo, a minutos del comienzo del partido, con los equipos en la cancha: “Es el comienzo de un ciclo. Lo hablamos con los jugadores esta tarde en el hotel, que ésta no es la Selección definitiva, ni nada por el estilo. Es una Selección que comienza a armarse. Yo le voy a dar mucho tiempo a los futbolistas para demostrar lo que saben”. Interrogado sobre el rival, que podía estar agrandado por su buena actuación ante Brasil en el Maracaná, respondió: “Para mí no es un partido más. Durante toda mi vida sostuve que no hay partidos amistosos, porque quiero ganar siempre. Lo dije toda la vida: ganando se ayuda a trabajar, a que el jugador vaya mejorando y eso nos da tranquilidad a todos”.

Cuando se dio a conocer la formación, llamó la atención la aparición de Carlos Arregui como lateral derecho. El histórico jugador de Ferro Carril Oeste, recientemente fallecido, actuaba como mediocampista por ese sector con gran eficiencia. Por esta particular situación fue la consulta de Julio Ricardo, a la que Bilardo respondió: “Para ese lugar yo tengo en cuenta a algunos muchachos como Camino y Clausen, que por diversas circunstancias no están en este momento. No me gusta sacar y poner jugadores, o traerlos por un partido. Dentro de un proceso, a mí me gusta que se acostumbren a jugar de todo, por eso hablé con Arregui y le dije que no se juega el puesto, que hoy va a actuar allí, pero todos se tienen que acostumbrar a algo así”.

A las 9 de la noche, hora argentina, ya estaba todo listo en el estadio Nacional de Santiago. La primera sorpresa fue ver al cuadro nacional luciendo pantalones blancos, muy poco utilizados en los años precedentes. De los 11 titulares, 5 ya habían jugado con la camiseta celeste blanca: Ubaldo Fillol, Enzo Trossero, Norberto Alonso, Ricardo Gareca y Gabriel Calderón, mientras que era el debut para los seis restantes: Carlos Arregui, Oscar Ruggeri, Ricardo Giusti, Claudio Marangoni, Jorge Burruchaga y Julio Olarticoechea, aunque este último tenía el detalle que ya había estado convocado, incluso fue parte del plantel en España ‘82, pero no había disputado ni un minuto de manera oficial.

Al lado del Narigón, en el banco de suplentes, estuvieron seis futbolistas: Nery Pumpido, Alfredo Killer, Víctor Ramos, Jorge Rinaldi, Ruben Darío Insua, Alejandro Sabella y José Luis Brown. Con estos dos últimos se dio el caso particular que 48 horas antes, el martes por la noche, habían sido titulares en la victoria de Estudiantes en La Plata frente a Cobreloa 2-0 por la Copa Libertadores. Al día siguiente bien temprano se unieron a sus compañeros para tomar el vuelo que partió al mediodía rumbo a Santiago.

Una de las varias infracciones que sufrió Gareca ante Chile Una de las varias infracciones que sufrió Gareca ante Chile

El Vasco Julio Olarticoechea tiene en la memoria aquella noche tan especial para él, y de su relación con el Narigón: “Tengo presente el debut, mío y de Carlos, que fue contra Chile en Santiago. Me tocó actuar como lateral izquierdo y siempre recuerdo que el primer tiempo lo tuve a Carlos pegado a la raya de mi lado, dando indicaciones sin parar… Imaginate (risas). Estaba acelerado como pocas veces. En un momento me gritó, me di vuelta para verlo y justo metieron un pelotazo y me ganaron la espalda. Me desconcentró y entonces decidí no mirarlo más y chau, a otra cosa, sino la iba a pasar mal” (risas).

Chile se puso en ventaja a los 35 minutos con un golazo de tiro libre de Orellana, poniendo justicia en un primer tiempo en el que los locales habían hecho mejor las cosas. En el complemento, Argentina ajustó algunas piezas, con mayor sincronía entre el líbero (Trossero) y el stopper (Ruggeri) y más movilidad en el medio del campo. A los 55, tras un pase de Olarticoechea, Gareca fue derribado en el área. Alonso tomó la responsabilidad del penal, pero su remate fue atajado por Wirth sin retener, por lo que el Beto anotó de rebote.

A 10 del final, cuando ya estaban en cancha otros dos debutantes, Alejandro Sabella y Víctor Ramos, el cuadro de Bilardo armó su mejor jugada: Gareca se la bajó de cabeza a Arregui, quien de primera se la devolvió a la perfección, para que el goleador convirtiese ante la salida del arquero. La alegría fue efímera, porque dos minutos más tarde, Dubó puso el 2-2 final, aprovechando un rebote tras un tiro libre.

Luego llegó la hora de las declaraciones en los vestuarios, algo rutinario para los protagonistas, pero que en aquella ocasión fue distinto por un hecho particular. Carlos Poggi era el enviado del diario Crónica y la revista Estadio, y ya había concluido su tarea cuando se le acercó Julio Grondona y le dijo: “Hablá con el doctor Madero, que tiene que pedirte un favor”. Inmediatamente vio cómo el médico de la Selección se le acercaba para contarle que acababa de tener una comunicación telefónica con Gloria, la esposa de Bilardo, en la que le mencionaba que Daniela, su hija, necesitaba atención urgente porque se le había complicado una afección intestinal. Fueron momentos de incertidumbre hasta que llegó el pedido: tanto Bilardo como Madero necesitaban subirse al avión privado de Crónica, que estaba listo para despegar minutos más tarde, para arribar lo antes posible a Buenos Aires. Así lo hicieron y en plena madrugada llegaron al Hospital Italiano, donde pudieron comprobar que el cuadro había mejorado y no era necesaria una nueva operación.

Con el alivio familiar, las que siguieron deben haber sido horas importantes para Carlos Bilardo. Había aprobado en su presentación al frente de la Selección, iniciando un ciclo, dándoles rodaje a jugadores nuevos, que no le iban a fallar. Sobre todo, cuatro de ellos, Ruggeri, Olarticoechea, Giusti y Burruchaga, que debutaron aquella noche de Santiago, gozaron la gloria de México ‘86, y estuvieron a un paso de repetirla en Italia ‘90. Siempre bajo la tutela de ese hombre meticuloso, obsesivo, pero decisivo en sus respectivas carreras y en la historia del fútbol argentino, que hace 40 años, comenzaba a escribir un capítulo inovidable.

Fuente: Infobae

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